Decidido: Una ciencia de la vida sin libre albedrío (II)
¿Pueden el caos, la complejidad y la emergencia, o la indeterminación cuántica explicar el libre albedrío?
Los argumentos de Robert Sapolsky contra la existencia del libre albedrío se basan, fundamentalmente, en la naturaleza biológica de la mente –que es la que produce el comportamiento– y, por tanto, en su pasado ontogenético y evolutivo. También se basan en la influencia de factores culturales y ambientales en general sobre los fenómenos biológicos que subyacen a la toma de decisiones. A esos argumentos hizo referencia la primera parte de esta reseña.
Los defensores del libre albedrío que aceptan la validez de esos argumentos invocan, para contrarrestar su efecto sobre la capacidad de tomar decisiones libres, otros fenómenos de los que también se ocupa la ciencia. Resumiendo mucho, los que se invocan son el caos, la complejidad y la emergencia, por un lado, y la indeterminación cuántica, por el otro. Sapolsky desmenuza los argumentos basados en estos fenómenos para concluir que ninguno de ellos sirve para negar el determinismo en la naturaleza y, por tanto, en las decisiones que tomamos los seres humanos. Veámoslo con cierto detalle.
Sistemas caóticos
Simplificando mucho, un sistema caótico se caracteriza por tener un comportamiento que es muy sensible a las condiciones iniciales, de manera que una variación mínima en esas condiciones da lugar a un diferencia muy grande en su estado futuro. Por esa razón, los sistemas caóticos son impredecibles.
Los creyentes en el libre albedrío que invocan la teoría del caos en su defensa entienden que en determinadas ocasiones de especial trascendencia, la decisión de la mente es impredecible. Y, dado que no se puede predecir, se le atribuye un carácter indeterminado. Desde este punto de vista, el (supuesto) indeterminismo del caos, aunque no ayuda a probar que exista el libre albedrío, permite demostrar que no se puede probar lo contrario (perdón por las dobleces del texto, es así como se expresan estas nociones en la versión original, que es la que he leído).
He escrito entre paréntesis “supuesto” porque el determinismo y la previsibilidad son asuntos muy diferentes. Que lo caótico sea impredecible, no quiere decir que no sea determinista. Todo lo que ocurre en un sistema caótico tiene su origen en lo que ha ocurrido antes en ese sistema, con independencia de que pueda ser predicho o no. En definitiva, el caos no está del lado del libre albedrío según Sapolsky.
Complejidad emergente
Los sistemas vivos son complejos. Moléculas, células, tejidos, órganos y organismos son sistemas complejos; un encéfalo también lo es. Esos sistemas están conformados por partes más simples que interaccionan entre sí. Lo interesante es que presentan características y comportamientos –nuevos– que no solo son diferentes de las de los elementos que los integran, sino que no pueden predecirse a partir de aquellas. Un circuito neuronal presenta un comportamiento diferente del de las neuronas individuales que lo constituyen, y un área encefálica tiene características diferentes del de las vías nerviosas que forman parte de él.
Algunos de quienes defienden la existencia del libre albedrío sostienen que la emergencia, la aparición de comportamientos y propiedades nuevas en el encéfalo, en tanto que sistema complejo, puede explicar la existencia de actos libres.
El filósofo Christian List en su Why Free Will is Real, de 2019 sostiene, sobre bases emergentistas, que el libre albedrío es real, que desafía la ortodoxia científica y lo defiende en los mismos términos naturalistas que normalmente se utilizan para rebatir su existencia. Admite, por ello, que el libre albedrío y sus prerrequisitos (agencia intencional, posibilidades alternativas y control causal sobre nuestras acciones) no se pueden encontrar entre las características físicas fundamentales del mundo natural. Pero –sostiene– no es ahí donde deberíamos mirar. Según él, el libre albedrío es un fenómeno de “nivel superior”, el nivel de la psicología. Este no es el único; hay más fenómenos que tienen su origen en procesos físicos, como los propios de los ecosistemas o los sistemas económicos, pero cuyo funcionamiento no se comprende mejor estudiando los procesos físicos subyacentes (en los que se fundamentan). Cuando lo descubrimos en su contexto adecuado, reconocer que el libre albedrío es real no sólo es científicamente respetable; es indispensable para explicar nuestro mundo.
Christian List, por tanto, autonomiza el “sistema mente” –generador del comportamiento– de los elementos que lo forman, hasta el punto de que prescinde completamente de los condicionantes que actúan sobre sus partes integrantes.
Sapolsky replica afirmando que, incluso si un sistema tiene propiedades emergentes, eso no significa que tal sistema pueda elegir hacer lo que quiera; porque sigue estando compuesto y limitado por sus partes constituyentes, con todos sus límites y debilidades. Y que los sistemas emergentes no pueden hacer que “los ladrillos con los que se construyeron dejen de ser ladrillos”.
Indeterminación cuántica
La incapacidad de conocer, simultáneamente, la ubicación y el momento de una partícula; que un objeto posea simultáneamente dos o más valores de una cantidad observable; que las partículas estén en múltiples lugares a la vez; o la imposibilidad de saber por qué rendija pasará un electrón una vez que una onda ha colapsado, son fenómenos que introducen un indeterminismo fundamental en el universo.
Algunos defensores del libre albedrío invocan ese indeterminismo para justificar su existencia.
Sin embargo, según Sapolsky, nadie ha sabido explicar de qué forma puede tal indeterminismo –que ocurre en el nivel subatómico de la materia– puede surtir efectos en niveles de organización superiores, como pueden ser una neurona o un circuito nervioso. La mayoría de los especialistas concluye que el escenario más probable es que cualquier evento cuántico determinado se pierda en el ruido de una asombrosa cantidad de otros eventos cuánticos que ocurren en diferentes momentos y direcciones.
La ley de los grandes números, combinada con la gran cantidad de eventos cuánticos que ocurren en cualquier objeto de nivel macro, nos asegura que los efectos de las fluctuaciones aleatorias a nivel de quantum son completamente predecibles a nivel macro, de manera muy similar a como lo son las ganancias de los casinos. Predecibles, aunque se base en millones de acontecimientos "puramente casuales".
El carácter aleatorio de los fenómenos cuánticos tampoco ayuda a resolver el problema del libre albedrío. Ese indeterminismo introduce aleatoriedad en la estructura básica del universo, no en niveles de organización superiores, por lo que la hipótesis de que algunos de nuestros actos se deciden libremente no equivale la hipótesis de que algunos de nuestros actos ocurren libremente al azar... ¿Cómo se pasa del azar a la racionalidad? El azar es, según Sapolsky, tan implacable como la necesidad.
En definitiva, no hay evidencia de que los fenómenos cuánticos puedan estar en la base de un posible comportamiento no determinado; En palabras del autor, la extrañeza cuántica no es tan extraña, y los efectos cuánticos se desvanecen en medio del ruido cálido y húmedo del encéfalo conforme se pasa a niveles superiores de organización.
Pero hay más, incluso si la indeterminación cuántica llegara hasta el nivel en que se genera el comportamiento, lo único que produciría sería aleatoriedad. ¿Realmente se basa en el azar el libre albedrío por el que mereceríamos castigo o recompensa?
La conclusión a la que llega Sapolsky, después de analizar la forma en que los mecanismos presentados aquí podrían estar en la base de un comportamiento consciente y libre, es que no hay posibilidad real de ello. Ni el caos, ni la complejidad, ni la indeterminación cuántica vienen al rescate del libre albedrío. Ninguna de ellos enmienda la naturaleza determinista de los niveles macro de la realidad, incluidos los niveles propios de un encéfalo humano.
En la tercera y última entrega de esta serie, presentaré las consecuencias que se derivan de la inexistencia del libre albedrío y dónde se encuentran las razones más poderosas por las que no es admitido por una gran mayoría de filósofos y no pocos neurocientíficos.
Autor: Robert Sapolsky.
Traductor: Mariano Guirao.
Título: Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío.
Ed. por Capitan Swing, 2024.
Respuesta a esto:
https://social.anacreonte.eu/display/1c6c5223-1866-39fc-aa67-041358883638
En una línea parecida, pero creo que más práctica y menos psicológica, se explica David Egelman en Incógnito. Me llamó mucho la atención la existencia actualmente de ciertos debates que hablan de que se debería de considerar el libre albedrío, o no, en la justicia. Egelman concretamente, defiende que habría que exculpar a asesinos que actúan de unas manera por causas tumorales, o fisiológicas. Un libro interesante.