Decidido: Una ciencia de la vida sin libre albedrío (I)
Sobre las bases biológicas de la conducta y sus orígenes
Hace unas semanas ha salido a la venta, con un título sorprendente[1], la edición en español de ‘Determined’, de Robert Sapolsky, un libro que ha generado interés y debate a partes iguales en la literatura científica del mundo anglosajón. La edición en español ha corrido a cargo de Capitan Swing, en una muestra más de su buen criterio en los libros de ciencia que publica y de su osadía al atreverse con textos de esta envergadura.
El autor defiende en este libro su caso en contra de la existencia del libre albedrío. Como ya adelantase en ‘Comportate’ (‘Behave’), una verdadera opus magnum, él no cree que los seres humanos tomemos decisiones libremente; niega tal posibilidad.
En aquella obra se basó, fundamentalmente, en argumentos de corte neurocientífico, porque a lo largo de sus páginas hizo un repaso del conjunto de factores –evolutivos, histórico-culturales, hormonales y neuronales– que condiciona cada uno de nuestros actos. En ‘Decidido’, sin embargo, se centra específicamente en el libre albedrío y además de recurrir a argumentos de carácter neurocientífico, también se basa en el conocimiento del funcionamiento de la realidad.
En las últimas décadas, la mayor parte de los debates sobre este asunto han discutido los resultados de los experimentos de Benjamin Libet de 1983 –que mostraron cómo el cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de ello–, así como toda una serie de experimentos posteriores en los que se ha hecho uso de varias técnicas. Esos experimentos, en los que se ha controlado la actividad de diversas estructuras neurológicas, desde cientos de millones de neuronas hasta neuronas individuales, confirman, en lo esencial, los resultados de Libet: en el momento en que creemos estar eligiendo consciente y libremente hacer algo, la suerte neurobiológica ya está echada.
La literatura científica que Sapolsky denomina “libetiana” muestra que podemos tener un sentido ilusorio de agencia, y que podemos ser manipulados para creer tener control consciente aun cuando no lo tengamos en absoluto. La sensación de agencia surge después de que el cerebro ya se ha comprometido a realizar una acción.
A pesar de todas las investigaciones hechas en ese campo, Sapolsky cree que lo único que se puede concluir de ellas es que, bajo circunstancias bastante artificiales, ciertas medidas de la función cerebral permiten predecir una conducta posterior. Y, sin embargo, cree que eso es irrelevante a los efectos de la existencia o inexistencia de libre albedrío.
Según Sapolsky, ninguno de esos experimentos, en los que se evalúan consciencia e intención, responde a la pregunta clave: ¿De dónde procede esa intención? ¿Cuál es su origen último?
La cuestión del origen de la conducta es importante porque según cómo se responda se puede, o no, atribuir responsabilidad al individuo. Supongamos que alguien desea hacer algo fervientemente y lo consigue hacer. Lo importante no es que tuviera esa intención y la llevara a cabo; lo importante es si puede, o no, desear otra cosa. Según el autor, no es posible desear otra cosa; el sujeto no tiene forma de modificar ese deseo, ni de disponer de herramientas –como más disciplina, por ejemplo– que le permitan desear mejor lo que desea. Eso no es algo que esté en su mano.
Por tanto, Sapolsky entiende que la responsabilidad habría que buscarla en los elementos del pasado que han confluido hasta desembocar en la decisión concreta que tomamos en cada momento. Por esa razón se pregunta por el origen último de la intención.
Para tratar de responder a esa cuestión, hace un recorrido por los acontecimientos que han influido en el comportamiento de un individuo, desde lo que ha ocurrido hace unos segundos en su entorno y en su encéfalo, hasta las circunstancias bajo las que se desarrolló en el útero materno durante el embarazo. Y no se queda ahí. Indaga acerca de la tradición cultural del grupo humano al que pertenecemos, porque los valores y conocimientos transmitidos a través de generaciones también influyen en la forma en que actuamos. Y valora la influencia de las presiones selectivas que han moldeado nuestro pasado a escala evolutiva.
Sapolsky siguió una secuencia similar hacia el pasado en Comportate. Entonces su objetivo era, simplemente, explicar el comportamiento de un individuo en un determinado momento. Exponía cómo inciden las hormonas en diferentes plazos de tiempo previos a un acto en concreto; cómo afecta una determinada neuroquímica encefálica; la arquitectura neuronal, tal y como viene configurada por factores genéticos; y cómo se expresan los genes en virtud de mecanismos epigenéticos.
En todos los niveles de organización y escalas de tiempo consideradas, el ambiente tiene una influencia decisiva. A escala evolutiva el entorno ambiental origina las presiones selectivas que afectan a la aptitud de los individuos. La cultura del grupo, como he señalado ya, se transmite de generación en generación, y constituye otro factor ambiental relevante. Al igual que lo es el entorno uterino, condicionado por las circunstancias bajo las que se desarrolló el embarazo, o el ambiente bajo el que se crio en su infancia o se desenvolvió durante la adolescencia.
Todos esos factores ambientales han actuado y han dejado una huella. Dada, además, la continuidad entre las diferentes etapas temporales, tanto del pasado del individuo como las de su propia vida, no se pueden considerar entidades separadas las interacciones entre la biología del individuo y el ambiente de, por ejemplo, hace un minuto, y las de hace una década.
Sapolsky sostiene que es absurdo, en medio de esta fluidez, pensar que tenemos libre albedrío porque en algún momento, el estado del mundo (o de la corteza frontal o de la neurona o de la molécula de serotonina...) que vino antes de cada acto sucedió de la nada y fue fruto de una voluntad ajena a esa secuencia.
Curiosamente, en toda esta serie de argumentos, el autor no hace mención del Yo de forma expresa, aunque la idea sobrevuela en todo momento a lo largo del texto. No se ocupa de su naturaleza, de sus propiedades. Démonos cuenta de que, en el fondo, lo que hace Sapolsky es impugnar la existencia de un Yo, de una entidad autónoma, consciente, con agencia y con libertad. Pero no lo dice.
Y aunque sí hace referencia al dualismo, la doctrina cartesiana de la existencia de dos naturalezas, la res cogitans (inmaterial, que piensa) y la res extensa (material, que actúa), no llega a expresar una noción similar o equivalente a la del «fantasma en la máquina», que popularizó Steven Pinker en ‘The Blank Slate’ (‘La tabla rasa’).
Volveré sobre este asunto en la tercera entrega de esta serie que conforma la reseña de ‘Decidido’. Entre tanto, en la segunda parte me ocuparé de los argumentos que se han dado a favor de la existencia de libre albedrío basados en fenómenos tales como sistemas caóticos, sistemas complejos, emergencia y mecánica cuántica. Sapolsky los discute al detalle.
Autor: Robert Sapolsky.
Traductor: Mariano Guirao.
Título: Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío.
Ed. por Capitan Swing, 2024.
[1] El título ‘Decidido’ genera, a mi juicio, confusión. En la literatura científica y filosófica sobre libre albedrío, la palabra “determinado” está perfectamente establecida. Yo habría titulado ‘Determinados’, de manera que el plural habría eliminado la ambigüedad en podría haber incurrido ‘Determinado’.
Curioso que Sapolsky termine impugnando el yo, dándole la razón por retruque a Sigmund Freud. A pesar de estar en aparentes antípodas intelectuales.
No recuerdo Behave tan filosófico, entiendo que en este libro se empleó más a fondo en ese tema. Quedo pendiente de la segunda parte de la reseña, a ver si puede decir algo original con respecto a la física cuántica.
Si alguien puede, quizás sea él.
Un excelente resumen y muy bienvenido el abordar este tema y la traducción del nuevo libro de Sapolsky. Me interesa mucho como va a continuar su ensayo en la próxima entrega. Ojalá pueda incluir los argumentos de Daniel Dennett (recientemente fallecido) el cual defendió "the varieties of free will worth having", o sea, las variedades o tipos de "libre albedrío", bien definidas y delimitadas, que nos dan licencia pare responsabilizarnos unos a otros. Lo cual, claro, es fundamental para la sociedad y la conciencia propia. Gracias!
https://jnicanorozores.substack.com