Una mirada escéptica a algunas ideas sobre educación
Ni creo que nazcamos científicos ni es tan fácil perder el miedo al fracaso
El afamado físico y divulgador Michio Kaku dice en una entrevista que los niños “nacen científicos”, pero que algo pasa después. Según él la escuela primaria y la secundaria aplastan todo eso. Para fundamentar su afirmación utiliza el ejemplo de su hija, a la que examinaban de una asignatura en la que debía aprender de memoria, de un libro de geología, una serie de fechas y de nombres de cristales y minerales, y que ese examen estaba aplastando directamente la curiosidad de la siguiente generación.
En una línea argumental similar, el astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson sostiene que los niños “nacen como científicos”, que un científico adulto es un niño que no creció nunca, y repudia la tendencia de los padres a reprimir la actitud inquisitiva de sus hijos cuando se ponen a jugar con objetos que se pueden romper, por ejemplo, o cuando causan desorden y hacen ruido. Según él esos padres están abortando experimentos de física, de biología, de acústica, etc… Y de esa forma se mata su interés por la ciencia.
En una entrevista en el programa de la 2 de TVE Órbita Laika (3ª temporada), el mismo deGrasse Tyson culpa al sistema educativo, ya que el niño “debería aprender que la ciencia es una forma de entender el mundo, una forma de plantear una pregunta y después de encontrar una respuesta”.
No me interesa entrar aquí en la sustancia del problema porque no tengo suficiente criterio en relación con estos temas. Pero tengo algunas dudas (escépticas) a ese discurso:
(1) Consideran que la curiosidad es la esencia de la naturaleza de una persona científica. Y sí, la curiosidad es un ingrediente importante, quizás fundamental de quienes nos dedicamos a la ciencia, pero su práctica exige otras aptitudes, además. La creatividad, la capacidad de trabajo, la perseverancia, la memoria para recordar datos diferentes y poderlos relacionar entre sí, y otras habilidades, a veces incluso técnicas, son también necesarias. ¿También esos son rasgos que adornan a los infantes?
(2) Atribuyen a los científicos características que, en realidad, podrían valer para casi cualquier otra actividad en la que la curiosidad u otras virtudes sean necesarias. ¿O es que un pintor no necesita ser curioso? ¿Nacen todos los niños pintores, acaso? Picasso dijo que todos los niños nacen artistas. ¿Y las escritoras? Hay un grado de engreimiento implícito en opiniones como estas ¿no es cierto? O quizás no es engreimiento, sino solo ensimismamiento.
(3) Sospecho que ignoran casi todo acerca de cómo es y cómo evoluciona la psicología infantil en los primeros años de vida. ¿Son de verdad curiosos todos los niños? ¿Lo son en la misma medida? La disminución de la curiosidad conforme crecen ¿no será un fenómeno natural e, incluso, útil?
(4) La educación proporciona muchos conocimientos necesarios. No es cierto que en la era de la wikipedia no haya que proporcionar conocimientos, por no hablar de las herramientas de comunicación (lengua y matemáticas). Y es perfectamente posible que la adquisición de esos conocimientos y capacidades imprescindibles sea incompatible con el mantenimiento (si ese fuese el caso alternativo) de una actitud inquisitiva máxima. ¿Quién se arriesgaría a no proporcionar a los niños y niñas esas herramientas básicas en aras de conservar su supuesta curiosidad innata? ¿Hay alternativa?
Sir Ken Robinson, especialista, a diferencia de los anteriores, en educación, sostiene que desperdiciamos los talentos infantiles debido a que se considera la educación como una herramienta orientada a satisfacer ciertas necesidades productivas o académicas, una noción que inspira todos los sistemas educativos del mundo. Pero cree que para hacer frente a los retos que nos presenta el futuro será muy importante cultivar la creatividad de los chavales, al menos tanto como la alfabetización. Y para eso hay que tratar de combatir el miedo a equivocarse, hay que evitar estigmatizar el error, porque el miedo a equivocarse anula la capacidad creativa, la inhibe.
No tengo ninguna duda de que la creatividad es un rasgo esencial en un buen científico. Me surgen, sin embargo, dudas acerca de si la creatividad puede promoverse; no lo sé. Seguramente habrá especialistas que dispongan de información al respecto. Y también me parece bien el propósito de que chicos y chicas pierdan el miedo a equivocarse.
https://www.ted.com/talks/sir_ken_robinson_do_schools_kill_creativity#t-1137456
Es cierto que tenemos mucho miedo a fracasar, al menos en la cultura de la que nos hemos nutrido las personas de mi país y generación y, seguramente, también nuestros hijos e hijas. Pero no olvidemos que el miedo a equivocarse ha tenido, seguramente, un gran valor adaptativo para nuestra especie: es posible que los adultos que no tenían miedo a equivocarse hace 200.000 años no tuvieran mucha descendencia; pertenecemos al linaje de los que quizás no mucho, pero sí tenían algo de miedo.
Todo lo anterior me lleva a la conclusión de que, en relación con la educación, hay múltiples interrogantes (algunos ya dichos antes) cuyas respuestas no sabemos. No las conocemos porque en este campo es dificilísimo contar con pruebas fehacientes de casi todo lo que se afirma. Y es eso lo que se debería hacer: estudios bien diseñados, cumpliendo los requisitos de cualquier investigación científica rigurosa, para dar con las respuestas adecuadas a esas y otras preguntas.
Carecemos de suficientes elementos de juicio acerca de aspectos fundamentales de la educación. Y sin los elementos que nos faltan es muy difícil proponer métodos pedagógicos más eficaces que los que hemos conocido. No olvidemos que los que conocemos son, al fin y al cabo, el resultado de varios decenios de desarrollo y sucesivas series de ensayo/error.
Quizás exista una confusión entre la función y la forma. Me explico (para tratar de ser claro): la curiosidad ejerce una función que es compartida por otros mamíferos, pero la forma o apariencia que toma esa curiosidad es fruto de las condiciones de cada individuo.
Así, la curiosidad de uno orbita alrededor del futbol y es conocedor de los fichajes, las tácticas y los distintos perfiles de futbolistas, teniendo una capacidad explicativa y de predicción asombrosa. En otro, tal curiosidad cobra forma de cinéfilo, y en muchos del seguimiento en forma de "picoteo" de la actualidad, entendida no como comprensión de lo qué sucede y lo relevante, sino de aquello que es vigente en prensa. Un tercero, devendrá académico, científico o mero diletante por la misma función "aplicada" a sus condiciones.
A su vez, como usted dice, la curiosidad no siempre es útil. Y no lo es en función del dominio o accesibilidad al contenido, junto a la imposibilidad de saber de todo (una curiosidad total sería demencial). Es imposible, o muy difícil, que una persona sin conocimiento científico (yo) sienta atracción hacía tales contenidos si no existe un empujón por parte del entorno (ya sea un tercero, un blog de internet...) o una interacción en la qué aquello que le resulta apetitivo e incentivaba su curiosidad dejé de serlo en detrimento de otro contenido. Esto último sucede conforme uno va accediendo a contenidos más difíciles o de diversa índole, pero debe darse de forma paulatina, con un nivel óptimo de dificultad; si no, las consecuencias aversivas de exponerse a ello vencerán. En vez del miedo a equivocarse, yo pondría el énfasis en lo aversivo que es adquirir conocimiento cuando uno no lo tiene, razón por la cuál es muy difícil que alguien que no se encuentre ya inmerso en aprender, lo haga. A su vez, nuestra tendencia a priorizar explicaciones intuitivas en vez de reales de los diversos fenómenos, también se explica, entre otros motivos, por esto.
Todo esto, claro está, orbita alrededor de juicios de valor sobre qué contenidos deberían incentivarse; acerca de cuales (la ciencia, la reflexión crítica o el conocimiento de aspectos prácticos para el buen vivir) consideramos mejores.
Yo sí pienso que tenemos bastante claro cómo promover afición al saber y a la ciencia. El problema, creo yo, es la extrema dificultad de controlar las condiciones para promoverlo; junto a que tampoco es claro que debamos hacerlo. Socialmente se refuerzan otras cosas (y la apetencia por el saber, en quienes la tienen, resulta de ese mismo refuerzo social), y, a mi parecer, no debemos tanto formar científicos como formar personas críticas con afán general por saber. Para ello, lo más oportuno a mi juicio, es recalcar una y mil veces la utilidad que tiene el aprender para mejorar la calidad de vida, y para ello es menester el transmitir conocimientos psicológicos, de salud y éticos; en otras palabras, enseñar como vivir para vivir mejor creo que es la forma de incentivar ese gusanillo. Una vez transmitido esto, creo que un poco de lógica y epistemología deberían seguir. Un último apunte que me llevó a decantarme por aprender, fueron las siguientes ventajas prácticas del conocimiento: no requiere medios, es dependiente de uno mismo, puede realizarse a casi cualquier edad y condición, no tiene fin (a diferencia de otros muchos bienes que, llegados a un punto, tienen un "rendimiento decreciente", el aprender tiene un "rendimiento creciente"; cuanto más sabes, más disfrutas de saber), cobra la forma de juego y satisface al ego...
Acabo de descubrir su blog, un acierto.
Saludos,
"no olvidemos que el miedo a equivocarse ha tenido, seguramente, un gran valor adaptativo para nuestra especie: es posible que los adultos que no tenían miedo a equivocarse hace 200.000 años no tuvieran mucha descendencia"
Entiendo que puede existir miedo a equivocarse como adquisición o desarrollo cultural y social, pero no tengo claro si una condición cognitiva tan específica como esa puede estar determinada por los genes.