10 Comentarios
mar 5Gustado por Juan Ignacio Pérez

Magnífica reflexión.

Yo me hallo a medio camino entre el pesimismo y el optimismo, depende del pie con el que me levante cada día. Parte tiene que ver con que mi generación creció con "la promesa" de que viviríamos mejor que nuestros padres. Y bueno, en mi caso creo que se cumple, pero no así en el caso de muchos amigos de mi entorno (al menos no en el aspecto financiero). Creo que crecer con unas expectativas de futuro que resulten inalcanzables ha terminado por ser un importante catalizador de ese pesimismo de los más jóvenes.

Quiero creer que lograremos que la sociedad esté cada vez mejor informada. También que las nuevas tecnologías traerán una productividad que revertirá en beneficios para toda la sociedad. Pero me consta que en esto soy más optimista que una mayoría.

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mar 5Gustado por Juan Ignacio Pérez

Yo no puedo evitar pensar en la doctrina del shock a la que estamos perpetuamente sometidos. Si bien no creo que haya sido una estrategia dirigida hacia los jóvenes, sí que creo que ha sido la manera de gobernar de numerosos estados.

Personalmente, jamás he percibido tanta creciente apatía y resignación en un gran espectro de la sociedad como ahora.

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mar 7Gustado por Juan Ignacio Pérez

Me ha encantado la conjetura.

Yo soy (bastante) optimista. Creo también que la sociedad civil debe tomar las riendas activamente como dice Antón Costas, pero no lo veo posible sin “convencer” o hasta “obligar” al mundo político. Las políticas públicas son esenciales. Pongo un ejemplo de política universitaria y de investigación:

Un estudiante que considero uno de los mejores que ha pasado por la UPV/EHU en mis más de 30 años como docente, hizo su bachillerato en su ciudad de Castilla-Leon y quiso cursar el doble grado en Física e Ingeniería Electrónica en la UPV/EHU. Terminó el curso pasado con un TFG doble en nuestro grupo investigador sobre aceleradores de partículas. Es una persona excelente, globalmente culta y muy optimista sobre el futuro. Ahora cursa nuestro master Erasmus Mundus en Limoges, la Universidad de Brescia, la Universidad de Jena y nuestra UPV/EHU, donde planea hacer con nosotros su TFM. A la sazón, estamos ayudándole en este momento a escribir su primer "paper" sobre lo realizado en su TFG del curso pasado, porque consideramos que constituye investigación que merece la pena publicarse.

Este tipo de jóvenes a mí me hincha de orgullo. Por su naturaleza, le hemos ofrecido tesis doctoral cuando termine su TFM. El, muy sincero, nos dice que estaría muy contento de unirse a nuestro grupo, pero ve que no podrá vivir con el salario mínimo interprofesional en Bilbao, y que no tiene posibilidad de entrar como profesor de la UPV/EHU. Una es cuestión de política científica y la otra es cuestión de política universitaria. Ambas podrían mejorarse, si nuestros gobiernos valoraran en serio la investigación y la universidad.

Por estas razones, nos pide ayuda para buscarle un lugar mejor para hacer la tesis. Con dolor de corazón, no nos cabe más posibilidad que buscarle entre nuestros colegas de universidad como por ejemplo la de Copenhague o la de Amsterdam. No solo el tema y calidad de investigación de estos lugares le encaja perfectamente, sino que el salario de los contratos de tesis son mucho más dignos y los puestos docentes e investigadores que publican estas universidades son de tipo realmente internacional. Estas políticas científicas y universitarias consiguen que pequeños países como por ejemplo Dinamarca tengan cuatro o cinco universidades públicas muy arriba en todos los rankings. Como bien dices, los países que acierten con las políticas públicas que reviertan el desánimo reinante, saldrán adelante. Los que no lo consigan, lo pasarán mal. Y los mas globalmente cultos son más optimistas.

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Gracias, Víctor. Un único matiz: yo no soy pesimista; son los jóvenes los que están desanimados. Y sí, yo también creo que las instituciones pueden ayudar.

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mar 7Gustado por Juan Ignacio Pérez

Sé que eres moderadamente optimista por muchas razones, entre otras quizás porque tener amplia cultura global te aporta muchas ideas y recursos para avanzar y mejorar. Quizás un ingrediente para tratar el pesimismo de la juventud es seguir brindándoles cultura.

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mar 6Gustado por Juan Ignacio Pérez

Muy interesante. Yo insistiría más en que gran parte de la pérdida de esperanza es debida a la tremenda inestabilidad e ineptitud de nuestra clase política, que se dedica a levantar muros en vez de tender puentes.

Y firmo la conclusión de Antón Costas, buscar el acuerdo social en torno a las mejoras propuestas, directamente con el público y no con la clase política. Una sociedad informada es el único bien público que no puede ser suministrado por el Estado, sino por la propia sociedad civil organizada.

Lo hemos hablado en otras ocasiones, un sociedad mejor informado y formada en temas científicos es más libre, menos manipulables, más democrática, y probablemente menos pesimista.

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No sé qué decirte, Nacho. Tampoco yo tengo buena opinión de la clase política española. Pero mira: https://www.theguardian.com/commentisfree/2024/mar/05/teens-pessimistic-future-rishi-sunak?CMP=Share_iOSApp_Other

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Otro motivo de pesimismo para los jóvenes es la falta de propósito más allá de la ganancia y el placer individual. Necesitan, necesitamos sentir que pueden contribuir a crear un mundo mejor con sus dones y talentos, pero esto suele ser dejado de lado en pos del individualismo y la gratificación inmediata, algo que a largo plazo no da la felicidad.

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Quizás tengáis razón. Pero no es la impresión que tengo yo de los jóvenes que conozco. ¿Hay estudios que apoyen esa tesis? Porque si los hay, me encantaría conocerlos y utilizarlos. Tengo la impresión de que esas actitudes son más propios de adultos que de jóvenes. Pero puedo estar muy equivocado, desde luego.

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mar 6Gustado por Juan Ignacio Pérez

No sabría decirte ahora mismo estudios en concreto, este pensamiento lo inspiran libros de ecología profunda y filosofía, como los de Joanna Macy o Charles Eisenstein. Los jóvenes de hoy en día (y de generaciones anteriores, en las que nos incluimos) no reciben de los adultos una visión del mundo en la que ellos se sientan agentes responsables y partícipes del todo, más bien se les inculca que tienen que buscar su propio bienestar y el de su familia, con poca consideración al Todo del que forman/formamos parte. Eso, llegado cierto punto, crea un fuerte anhelo por algo mayor que ellos mismos, eso que hemos dicho antes que es contribuir a crear un mundo mejor, algo a lo que también se llama el propósito vital. Es un anhelo que tenemos todos los humanos de todas las edades, pero que muchos suprimimos porque hemos perdido la manera de referirnos a ello y de transitarlo, igual que hemos perdido muchos de los ritos de paso de las sociedades primitivas, que marcaban cuándo un joven se convertía en adulto, entre otras cosas. Y ese nuevo adulto asumía una responsabilidad por el bien de la comunidad, algo que quizá sea equivalente a tomar un trabajo, pero que hemos desprovisto casi por completo de cualquier apelación al bien común.

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