Varios periodistas que conozco dicen de sí mismos que tienen un océano de conocimientos de 1 mm de profundidad. Lo dicen con ánimo de hacerse de menos, seguramente para que no les presupongamos un caudal de conocimientos del que dicen carecer. Desconozco si eso es cierto o no, pero me da la impresión de que, en general, saben más de lo que desean dar a entender. No obstante, conozco a bastantes periodistas y, como ocurre con tantas otras profesiones, los hay de todo pelaje y condición, como biólogos, sin ir más lejos.
He recordado esa afirmación que tantas veces he oído a periodistas porque creo se ajusta bien a lo que me proporcionó a mí la enseñanza obligatoria en determinadas materias. Aprendí a leer, a escribir y los números, como se decía antes. Y eso es mucho y muy importante. Y seguramente deba a aquella etapa de mi formación mucho conocimiento informal, tácito, pero esencial para desenvolverme en la vida y, muy especialmente, en los niveles de formación superiores. Pero me he acordado ahora del océano de conocimientos de 1 mm de profundidad a cuenta del libro que comento hoy aquí.
El romanticismo es una corriente artística, literaria, de pensamiento y de ideas políticas que surgió a finales del siglo XVIII y alcanzó su plenitud en el XIX. Fue casi (o sin casi) una cosmovisión. El XIX estuvo marcado por el movimiento romántico, y sus derivaciones o consecuencias se extienden hasta el día de hoy bastante más de lo que nos parece. Sin embargo y para mi bochorno, lo que sé del romanticismo es fragmentario y anecdótico.
Esto es algo que seguramente ya sabía o, al menos, lo habría sabido si me hubiese puesto a pensar en ello antes. Pero lo he podido constatar claramente al meterme entre ceja, ceja y toro occipital un volumen de 400 páginas de texto (las 200 pp. que completan el volumen son notas y referencias bibliográficas) dedicado a describir y analizar el surgimiento del movimiento romántico en la ciudad de Jena (estado de Sajonia-Weimar), Alemania, en los años anteriores y posteriores al tránsito del siglo XVIII al XIX.
La autora, Andrea Wulf, ha consultado una extensa bibliografía, que incluye las obras de los protagonistas, así como la correspondencia que mantuvieron los personajes que integraron el llamado círculo de Jena. Con esto quiero expresar mi confianza en el valor de su trabajo. Wulf puede haberse equivocado en la interpretación o en la selección de los textos, pero lo que queda meridianamente claro en cuanto se empieza a leer el libro es que ha trabajado con rigor y que sus afirmaciones, cuando no se limitan a la mera descripción narrativa, están basadas en un conocimiento muy profundo de los hechos que narra y de la motivación de los personajes protagonistas.
Wulf cuenta en este libro cómo surgió el círculo de Jena, como se reunió en esa ciudad un conjunto de literatos y filósofos bajo el padrinazgo intelectual de Goethe, considerado entonces –y creo que ahora también– el escritor alemán más relevante de la historia. Aunque el romanticismo tenía antecedentes –Herder, por su reivindicación de la cultura y lenguas locales, y Rousseau, por su distanciamiento de los valores de la Ilustración y su visión idílica del pasado (resumiendo demasiado, quizás)– no fue hasta finales de siglo XVIII, al calor de la Revolución Francesa y de sus consecuencias de todo orden, que se formularon los principios que lo definieron.
En Jena, además del citado Goethe, se reunieron los literatos Schiller y Novalis, los filósofos Fitche, Schelling y, más tarde, Hegel, el inclasificable Friedrich Schlegel, el traductor y crítico literario August Wilhelm Schlegel (hermano mayor del anterior) y la mujer en torno a la cual se articuló el grupo, Caroline Schlegel/Schelling, esposa, al principio de August Wilhelm y más tarde de Schelling. Caroline no solo aportó grandes dosis de erudición al grupo, sino que fue la autora de parte de la obra que fue publicada con la firma de August Wilhelm Schlegel, además de ser coautora de sus traducciones de Shakespeare al alemán.
Schiller y Fitche fueron los primeros en establecerse en Jena tras ser contratados por la universidad. A pesar de ser pequeña y de poca importancia hasta entonces, la universidad de Jena fue un elemento clave en la formación del grupo, porque varios de sus integrantes enseñaron allí. Y todos ellos contaron con el padrinazgo de Goethe, que no solo los apoyó y trabó una relación de fuerte amistad con algunos de ellos, sino que, además, recomendó su contratación por la universidad.
Una reseña como esta no puede pretender abarcar un texto tan extenso y rico como el de Andrea Wulf. Me interesa, si acaso, destacar que en Jena se produjo una rara confluencia de factores que favorecieron la formación y actividad del grupo. Estaba, por un lado, Goethe, que tuvo un rol fundamental. Por otro lado, la ciudad y su universidad eran entornos libres, más que los de cualquier otro ducado, principado o reino germano, por razones de orden político que se explican en el libro.
En cuanto a sus realizaciones intelectuales, el círculo de Jena creó la noción moderna del yo y del libre albedrío. Además, otorgó mucha importancia a la relación del ser humano con la naturaleza y, en contra de lo que se suele afirmar, también a la ciencia, aunque su visión de esta –formulada como filosofía de la naturaleza o Naturphilosophie– era diferente de (y en aspectos sustanciales, opuesta a) la que había prevalecido hasta entonces. El arte constituía, para ellos, el nexo de unión de la persona (el yo) con la naturaleza.
Wulf concluye el libro con una reflexión que da sentido a todo lo que ha ido narrando hasta entonces. Y lo hace a partir de esta frase de Novalis, de 1797:
El fenómeno más maravilloso, el hecho eterno, es nuestra propia existencia.
Según Novalis,
sin una perfecta comprensión de uno mismo nunca aprenderemos a comprender verdaderamente a los demás.
Wulf afirma que lo que Novalis quería decir con estas expresiones es que estamos moralmente obligados a mirar hacia dentro para ser buenos miembros de la sociedad, porque solo siendo conscientes de nosotros mismos –de nuestras necesidades, deseos y pensamientos– podemos abrazar verdaderamente al otro. En otras palabras, que solo mediante la autoconciencia podemos sentir compasión por los demás; solo mediante la reflexión sobre nosotros mismos podemos cuestionar nuestro comportamiento. El objetivo del autoexamen es, por tanto, lograr un bien mayor para nosotros, para la comunidad, para la sociedad en general y para el planeta.
He querido terminar con esta reflexión porque la comparto. Es sorprendente que Novalis, con tan solo 25 años de edad, llegase a formular una idea tan profunda. Aunque, claro está, bien podría ser que la profundidad se la haya dado Andrea Wulf, al interpretar la frase como ella expone. En cualquiera de los dos casos, merece la pena leer 400 pp. para concluir con una idea tan poderosa. Y no basta con leerla aquí. Para captar su alcance, es necesario imbuirse del ambiente intelectual que generó aquel conjunto extraordinario de mentes originales.
Andrea Wulf ya destacó con su libro sobre Alexander von Humboldt (La invención de la naturaleza) y lo ha vuelto a hacer con Magníficos rebeldes. Es una lectura instructiva y muy entretenida que recomiendo vivamente, aunque el océano siga teniendo el mismo milímetro de profundidad.
Título: Magníficos rebeldes. Los primeros románticos y la invención del yo.
Autora: Andrea Wulf.
Editorial: Taurus (2022).
La frase Novalis me parece demoledora. Y más aún si piensas en su juventud y la época en la que la enunció.
Del círculo de Jena había leído muy poco, casi siempre tirando del hilo de Schiller, a su vez tirando del hilo de Beethoven. De Andrea Wulf solo he leído “En busca de Venus”, que es una historia maravillosa para quien le guste la astronomía, la colaboración científica, las aventuras, la historia y la política. Pienso que Wulf es una autora excepcional.
Este Magníficos Rebeldes me atrae sobremanera y veo en esta crítica que merece la pena saborearlo lentamente, que es lo que haré. Adicionalmente, una feliz circunstancia: la universidad Friedrich Schiller de Jena y la UPV/EHU colaboramos en nuestro master y es un privilegio:
https://www.erasmus-mundus.emimep.eu/